Radio Venus 94.1 fm

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Homenaje al Cholo Nieto en el Centenario de su nacimiento

Posted: 08 Oct 2010 04:51 PM PDT

Por: Federico García

Siempre he sostenido que un poeta pertenece a la estación más alta de la condición humana. Él es capaz de observar el pasado con ojos de iluminado, sentir la fuerza raigal que nutre las generaciones. El otea el porvenir e intuye las rutas por donde caminarán los pueblos para cumplir sus grandes ciclos. En tal sentido, un poeta es un augur y también un vidente. Es el representante cabal de un pueblo y expresa su tiempo y su generación con mayor plenitud que un gobernante. Un político es transitorio, naturalmente con excepciones, un poeta, si es verdaderamente un poeta, alcanza la eternidad en la memoria colectiva de las naciones. Si no fuera por Homero, poco sabríamos de la historia primitiva de Grecia, es decir, de la cuna misma de Occidente. Sin los «harawis» que han sobrevivido a la catástrofe y que la gente repite en la intimidad de sus recuerdos, tendríamos poca o ninguna percepción de la textura real e inmaterial de nuestro pueblo. Los poetas son, pues, necesarios para que la humanidad permanezca, para que la diferencia que nos hace distintos, perteneciendo todos a la especie humana, sea perceptible y haga que unos y otros tengamos una memoria diferenciada. Los poetas son rostro y memoria de la gente. 

El «Cholo» Luis Nieto Miranda perteneció a la mayor escala de la condición humana. Era un poeta nato, un poeta más allá de los poemas y los libros. Su presencia llenaba con mucho el panorama cabal de su ciudad. Él era el alter ego del «Qosqo». No se podía concebir la ciudad abuela de América sin aquel rostro tallado en piedra viva, aquella melena flameante, aquel andar cansino como de viento cordillerano que transitaba por las calles de la ciudad. Gran parte del Siglo XX —su siglo— fue llenado por este hombre que encarnó, como pocos, la grandeza y la eternidad de su tierra. Y no creáis que estas palabras sean retórica vacua dictada por el afecto. ¡No! Cualquiera que lo haya conocido, quien haya disfrutado de su charla erudita, de su bonhomía, del cálido solaz de su biblioteca, del café caliente o el caldo de cabeza, servido por Bertha en la intimidad de su hogar, dará fe de lo que afirmo. Ir al «Qosqo» sin ver al «Cholo» Nieto, era como visitar sus monumentos, ir a Qénqo o Saqsaywaman, sin palpar el alma de las piedras. Fue el indispensable anfitrión de hombres notables como Pablo Neruda, José María Arguedas, o el negro Nicolás Guillén, sólo entre los que traté al cuidado de su amistad, o gentes sencillas y anónimas que deseaban aproximarse a su leyenda. 

Nieto nació en Sicuani, en 1910. Tendría, de no haber ocurrido el desgraciado suceso que le arrancó la vida, 90 y tantos años de un glorioso transcurso. Todavía estaría compartiendo con sus «Cholos del alba» como solía decirnos, un vaso fraterno de cerveza en «La noche» de Barranco, o en la calidez de su refugio limeño. Era grato adentrarse en el laberinto de sus recuerdos, en la evocación de sucesos notables, guiados por su mano generosa y su verbo cautivante. Era un conversador nato, aunque los sucesos que narraba y que parecía materializar con la magia de su gesto, o el tono de su voz, muchas veces fueran más producto de su imaginación desbocada, que retratos fieles de la realidad. Recuerdo, por ejemplo, una noche de tragos largos y espadas cortas que pasamos en la hoy famosa «Catacumba» del «Ciego» Alfonso Guevara, en la ciudad del Cusco. Alucinados por la evocación del «Cholo» a quien escuchábamos con religioso silencio, casi nos tragamos el cuento de que la «Monja alférez» estaba enterrada allí mismo, de pie, como José Santos Chocano en un metro de tierra del cementerio Presbítero Maestro. Tardamos en darnos cuenta de que aquel personaje y aquella circunstancia no eran otra cosa que otro desborde de su imaginación. 

Cuando lo conocí, el «Cholo» Nieto vivía en la calle Nueva Alta 500, casona de propiedad de los Rosas, antigua familia que había convertido el extenso solar en una suerte de amable condominio. Era un conjunto de casitas de una planta, amplias habitaciones, patio empedrado y añosos árboles de «kishwar» en el terraplén posterior, donde los muchachos nos divertíamos buscando «tejas» e idolillos de barro que denunciaban su abolengo incásico. Compartía el complejo habitacional, precursor de los muchos que se hicieron después, con los Arce, los Paliza, y los propios herederos del fundador en el patio principal. 

El «Cholo» era por entonces Director del Departamento de Proyección Social de la Universidad San Antonio de Abad, y yo apenas un adolescente que trataba de componer sonetos y versos clásicos sin tener todavía el oído afinado para sentir la cadencia del metro y la pulsión de la rima. Habíamos formado, con otros jóvenes igualmente incinerados por el fuego de la poesía, el Ateneo literario «Carlos Augusto Salaverry» y nos reuníamos en el salón del hoy notable historiador cusqueño José Tamayo Herrera. Allí, con sendos tragos de mandarina que destilaba el dueño de casa en su fundo Tarabamba, los fines de semana dábamos lectura a nuestros versos y composiciones, con el declarado propósito de «pasar a la inmortalidad a bajo costo», como solía decirnos —entre broma y veras— el «Cholo» Nieto, eterno juez de nuestros acertijos. 

Muchas vocaciones cuajaron a su sombra; los más no soportaron el obligado ejercicio de conocer la técnica para luego marchar por cuenta propia en el fácil derrotero del verso libre. El maestro no se cansaba de repetir que para ser poeta de verdad, no un simple componedor de versos, era preciso conocer la técnica, frecuentar el tropo y la metáfora, leer a los clásicos. «Si no eres capaz de componer un soneto —nos decía— es mejor que te dediques a otra cosa. Primero aprende la técnica, afina tu oído a la música de las palabras, procura contar las sílabas de memoria, antes que te pongas a escribir poesía de verdad. Hay que dominar el oficio, el arte de versificar, condición imprescindible para entender el oculto significado de la poesía». Muchos pensaban que eso de las reglas y el oficio era más bien un obstáculo para aherrojar la expresión, una suerte de camisa de fuerza. Bueno, pues, aquellos poetas en ciernes que criticaban esa manera de aproximarse a la poesía, hoy son notables juristas, buenos historiadores, y hasta presidentes de la República, pero han extraviado el camino de la gaya ciencia. 

El «Cholo» Nieto ya era un hombre célebre cuando lo conocí. Diré más bien «lo traté» porque ya lo conocía en persona, pues frecuentábamos la casa de su vecino, el también inolvidable patriarca de familia: mi tío Justo Paliza Luna. Con mis primos lo mirábamos de lejos, sin atrevernos a importunar su andar pausado, cuando salía de su casa con su atado de libros bajo el brazo, camino de la Universidad. Sabíamos que era un «poeta», es decir, un hombre singular, autor de las letras del «Himno al Cusco» que solíamos cantar a toda voz en las paradas del colegio. Su fama de «wirataka» como se moteja a los comunistas en el Cusco , había traspasado la imaginación de quienes suponían a los cofrades de tan extraño culto, poco menos que discípulos de Satanás. Luego se mudó a su casa de Mariscal Gamarra y yo comencé a frecuentarlo cuando ingresé a la Universidad. Nos hicimos amigos rápidamente, tal vez porque intuyó que mi afición a la poesía no era gripe pasajera sino infección generalizada. Se daba el trabajo de leer mis primeras composiciones y sugerir cambios donde cojeaba el pie forzado o se tropezaba la rima. «Falta algo —me decía— esa no es la palabra, sigue buscando, tranquilízate. Haz de cuenta que vas de cacería y no encuentras el pato en la laguna, pero alista el arma, la presa aparecerá de un momento a otro, sin que la sientas, entonces afirma el pulso y dispara. En realidad un poeta no es más que un cazador de palabras» Producto de aquellas lecciones fue mi primer libro: «Lágrima blanca» que él tuvo la generosidad de patrocinar y que al salir de la imprenta festejamos, como si aquel olvidado y escurridizo poemario hubiera sido el acta bautismal de un verdadero poeta. 

Cuando mataron al «Cholo» yo estaba en La Habana y no me enteré del horrendo crimen sino tres meses después por casualidad. Una amiga común que había llegado del Perú me dio la noticia. Sentí realmente que había perdido un amigo, casi un padre. No pude contener el sentimiento de frustración, de cólera, que la noticia me produjo. Ambos evocamos los días luminosos de nuestra juventud, cuando el «Cholo» conmovía la ciudad con sus arengas, pues era un orador formidable, llamando a las masas a combatir, a incendiar las praderas y convertir los Andes en la Sierra Maestra de América. Repetí con la voz quebrada uno de sus poemas premonitorios que me gustaba especialmente. Aquel «Orden del día para cuando me muera» que me había encargado recitar al pie de su féretro. Yo estaba ausente cuando aquello sucedió, por mano infame que no ha sido engrilletada hasta hoy, y no pude cumplir el encargo. Repetí, pues, aquellas estrofas de memoria, con el llanto atascado en mi garganta, imaginando el vendaval de cóndores que —según él— suelen escoltar el cadáver de los poetas:

«El día que yo muera

nada de llantos, gritos ni lamentos:

un fusil centinela;

las mujeres que me amaron

hagan guardia de guerra,

que un huracán de cóndores guerreros

escolten mis canciones y banderas.

Cuando un poeta muere, amigos,

nada de llantos, nada:

Puños en alto sobre las cabezas» 

Muchos, sobre todo los críticos eruditos que no conciben literatura más allá de los títulos que producen las grandes editoriales, aquellas que alimentan con sus dólares las secciones culturales de sus periódicos, han mezquinado a Nieto su calidad de poeta. Reprochan su «verbosidad» entre comillas, su falta de sindéresis, su retórica y su manera de utilizar el idioma con giros barrocos y hasta churriguerescos. Otros sancionan la eufonía del «Romancero cholo» como una suerte de aproximación desmañada a García Lorca. En el fondo no critican al poeta sino al hombre. A ese gigante a cuya sombra medraron tantas medianías. No le perdonan la materia humana de su poesía, aquella que cantó a Mariátegui, pero también a la mujer amada, a la chola de polleras encendidas cuyos muslos se escapaban de sus manos como peces en el agua. Un poeta no es sólo un componedor de versos, es una actitud, un desafío permanente, una solitaria columna de rocío, como dijo alguna vez en acertada metáfora. ¿Qué plumífero engalanado por la crítica puede alcanzar las alturas a las que llegó este poeta singular, dando ejemplo de consecuencia y viviendo siempre al borde de la quimera, como un pastor solitario en los apriscos cordilleranos?. ¿Cómo negar validez a poemas tan notables como éste que repiten los jóvenes de mi tierra al oído tierno de sus primeras oyentes?:

Amor como mis sueños, mujer, ternura mía 

yo te llevo en la luz torrencial de mis versos 

te siento en el remoto corazón de mis dichas 

y en esta mi cosecha de trigo y de luceros. 

Amo tu condición de paloma y guitarra 

tu estatura de lirio, de sol y de bandera 

mi corazón comprende tu presencia de lágrima

y tu desdén antiguo de lámpara viajera. 

Con el poeta Nieto compartimos muchos años de combate y poesía. Amigos comunes como el inolvidable maestro Rafael Aguilar, el entrañable Guillermo Ugarte Chamorro , obligado anfitrión de sus continuas visitas a Lima, fueron testigos de su permanente vigilia en busca de un libro extraviado, de un artículo escrito por alguien y que le pareció especialmente notable. En la biblioteca del Teatro Universitario de San Marcos que Guillermo levantó libro a libro, como si fueran los ladrillos de un gran edificio, hoy destruido, el poeta Nieto pasaba horas de horas, lupa en mano, siguiendo algún leve rastro con pasión de iluminado. Le obsesionaban en particular las páginas perdidas de Narciso Aréstegui que él suponía extraviadas en aquella ruma de libros que «Guillermito» tenía catalogados sabe Dios por qué desconocido bibliotecario. Siempre pensé que ese afán de investigar viejos infolios no era más que un pretexto para hablar de personajes y gozar de la facundia y los excesos verbales del poeta sicuaneño. 

Pocos valoran también la contribución del «Cholo» Nieto a la difusión y conocimiento de los autores cusqueños. Con su propio peculio se dio a la tarea de promover dos memorables festivales del libro , a la manera que Manuel Scorza lo hizo en Lima. Así salieron del rincón erudito y llegaron al lector común y corriente, títulos de la mejor poesía y novelística del Cusco. Los viejos y los nuevos, aquellos que hubieran extraviado sus voces para siempre, de no ser por el empeño de este hombre singular que vivía a la caza de pasos perdidos de la literatura. Grandes poetas como Alberto Delgado, Raúl Brozovich, Gustavo Pérez Ocampo, el propio Rafael Aguilar, y los de mi generación, hallamos cobijo en sus generosas páginas. 

Concluyo esta evocación, feble y adecuada sólo para un acto de homenaje, con los versos del poeta Hernán Velarde, recientemente desaparecido que, en un arranque de inspiración y afecto, escribió este memorable dístico:

Quisiera que te mueras, Cholo Nieto,

para saber al fin, cómo se llora de veras. 
Del Libro "Canción de los muertos" de Federico García.

DIRECTOR DE ESCUELA DEVORA TARÁNTULA

Posted: 08 Oct 2010 08:38 AM PDT

Un director de escuela británico se comió una tarántula ante los ojos del alumnado como una forma de recaudar fondos.


Aydin Onac, máxima autoridad del reputado St Olave's Grammar School en Orpington, Inglaterra, intenta reunir dinero para la creación de dos nuevos talleres: uno deportivo y otro para las clases de drama. La mejor idea que se le ocurrió fue agregar al programa del evento para recaudar fondos, como atracción principal, la ingesta de una horrible tarántula.

Los alumnos se divirtieron viendo las caras de desagrado de Onac mientras la tarántula bajaba de a pequeños pedazos por su gañote. "Cuando los estudiantes fueron llegando y me di cuenta en lo que me había metido y que no había forma de salirme fue que empecé a entrar en pánico. Estaba comiendo y pensando cuál era el camino más directo al baño y si estaría vivo por la tarde", explicó el catedrático.

La pobre invertebrada, que llevó la peor parte, procedía de Camboya donde son criadas y consumidas como una delicadeza para el paladar.

Crónica desde Nueva York: nuestro Nobel, Mario Vargas LLosa

Posted: 08 Oct 2010 08:21 AM PDT

Acabo de ver a Vargas Llosa entrar al Instituto Cervantes, acabo de verlo pasar con una cara que no es la de siempre, es decir la de los medios, la del hombre rígido que parece cansado de circular tantas veces por las mismas verdades. Algo se ha alivianado en el rostro del escritor. Veo paz, cierta liberación, como si de pronto se hubiera sacado de la espalda una mochila de treinta kilos y ahora se sorprendiera de la facilidad con la que mueve los hombros. Es que a Vargas Llosa no le pesa el Nobel, nunca le pesará. Lo que le pesaba era no tenerlo, pasar años sin conseguirlo, jugar la ruleta absurda que nunca que llega a detonar. Le pesaba, sí, aunque él no dijera que le pesaba, aunque su respuesta a las sucesivas frustraciones fue siempre un puntual recogimiento de hombros, sin palabras. Vargas Llosa no es un hombre al que le guste quejarse. Pero no hace falta. Sus resentimientos, que los ha tenido, siempre se notaron a leguas. De frente y de perfil.

Pero hoy no había lugar para nada. Su gesto era una aceptación tácita que era este el juguete que necesitaba para sosegarse. Hoy tenía humor, hoy era un hombre que se permitía la ironía de la que sus grandiosas novelas carecen. "Recibí la noticia a las cinco y de la mañana. Me habló por teléfono un señor cuya voz no entendía muy bien. Pero cuando escuché "swedish academy", me dije: ajá, aquí hay que parar la oreja", contó y todo el público se rió con él. El público, por supuesto, era una ensalada total. Esto es Nueva York, el Cervantes está a solo tres cuadras de las Naciones Unidas y nunca faltan los que preguntan sobre el conflicto en Palestina, sobre el futuro de América Latina, sobre la esclavitud en China. Es decir, nunca faltan los que le hacen a Vargas Llosa preguntas del tipo "premio Nobel". Conciencia del mundo. Reserva moral del planeta. Y eso que lleva menos de un día.

—¿La literatura no les interesa, no? —se queja Patricia, la esposa, en la primera fila y en voz baja.

Pero en la conferencia también hay peruanos. Esos sí son peligrosos. A esos hay que tenerlos a raya. Como mi amigo Sandro Mairata, que se inmoló haciéndole la pregunta que nadie más se iba a atrever a hacer (pero que todos hubiesen querido). "¿Qué tiene que decir sobre García Márquez?" Durante la mañana, habían circulado rumores sobre supuestas palabras de García Marquez, su eterno rival literario. "Cuentas iguales", habría dicho el colombiano en su Twitter (ya que estamos entre escritores, sería bueno hacer aquí una nota al pie sobre la inverosimilitud de la imagen de Gabo twitteando). ¿Qué tiene que decir sobre Gabo? Hubo un silencio en la sala. "No estamos aquí para hablar de eso. Pero debo decir que me enteré de sus palabras cariñosas y las agradezco". Punto, siguiente pregunta. Hoy día, todos los fantasmas de Vargas Llosa están bajo control. Pero eso no quiere decir que haya que invitar a Gabo a la fiesta. Tampoco tampoco.

El otro día, en la radio, una especialista en hacer identikits para el FBI contaba cómo la memoria es antojadiza es sus fijaciones. "Es muy probable —le decía al entrevistador— que tú recuerdes muy bien dónde estabas cuando murió la princesa Diana de Gales con lujo de detalles". Pues bien, creo que por muchos años recordaremos qué hacíamos este día, cómo nos enteramos, qué bebíamos, qué oíamos en las calles. Qué escenografía nos cobijaba. A mí, me tocó la puerta un amigo colombiano que vive en el piso de arriba, en mi casa de Brooklyn. Abrí. En una mano tenía el New Yorker, que tuvo la amabilidad de recoger para mí. Con la otra mano hizo un intento de abrazo: "Felicidades". Ambos teníamos sayonaras y pijamas. Ambos estábamos despeinados y teníamos ojeras. Ambos habíamos pasado la noche escribiendo.

Mi primera reacción fue preguntarme por qué me felicitaba. ¿Era algo de lo cual felicitarse? Luego me dije a mí mismo en voz alta. "Tenemos un Nobel de literatura. ¡Un Nobel!". Entendí que estaba viviendo algo parecido al entusiasmo. Mi amigo colombiano me dijo que en breve el escritor iba a estar en el Cervantes. Nos cambiamos rápido y salimos corriendo. Hacía sol en Nueva York, la línea verde estaba repleta. La sala del Cevantes, también. Vargas Llosa apareció liviano, en traje gris, y dijo: "Este no es solo un triunfo mío, es un triunfo de la lengua castellana y un reconocimiento de la importancia de la literatura Latinoamericana".

Entonces empecé a entender por qué este día era también importante para mí, para todos los que tratamos de encontrar en la escritura una forma de resistencia. Porque ver a Vargas Llosa ahí sentado es entender también que la única lucha que importa es la que empieza con la primera página en blanco y termina con miles de tachaduras. Me vi adolescente sintiendo piedad por el periodista miope, fascinación por la Barbuda, terror por el perro que mochó a Pichulita Cuéllar, compasión por Varguitas, respeto por el Jaguar. Vi una cabina de radio y un chiquillo que embellecía noticias. Vi a la brasileña. Vi todo eso y recordé un viejo chiste: el del escritor latinoamericano que se despierta a las once de la mañana y se hace una pregunta culposa: "Qué tarde. ¿Cuántas páginas habrá escrito ya Mario Vargas Llosa?"

La conferencia siguió con su inevitable dosis de política, pero en un punto llegamos al Perú. Porque siempre hay que hablar sobre el Perú, porque ya pasaron esas feas épocas en que el escritor no contestaba a ningún periodista peruano. "¿Qué tiene que decir sobre el Perú?". Vargas Llosa, sonriente, se sacó la capucha que mejor le queda, la de Flaubert.

Mario Vargas Llosa y su quehacer periodístico en prensa, radio y televisión

Posted: 08 Oct 2010 08:19 AM PDT


"El periodismo ha sido un buen complemento de mi vocación literaria", dijo Mario Vargas Llosa tras recibir en octubre del 2006 el premio Maria Moors Cabot a la cobertura periodística excepcional latinoamericana.

Ese fue uno de los tantos reconocimientos al flamante Premio Nobel de Literatura 2010, quien no ha sido ajeno a la labor periodística.

Fue a los 15 años cuando empezó en el oficio trabajando para un diario limeño tratando de "cubrir de todo, desde crimen y deportes hasta política y obituarios", según confesó hace cuatro años.
Vargas Llosa hizo sus primeros pininos en los periódicos "La Crónica" y "La Industria". Ya mucho más adelante serían famosas sus columnas tituladas "Piedra de Toque", espacio estrenado en 1977 para reflexionar, en distintos medios occidentales, sobre temas de actualidad, culturales, personajes contemporáneos, su propia obra y sobre política peruana.

En el Perú, "Piedra de toque" ha pasado por el semanario "Caretas" y actualmente se publica en el diario El Comercio.

En el ámbito radiofónico, muy joven fue director de informaciones de "El Panamericano", noticiero creado en 1954 bajo las ondas de Radio Panamericana. Asimismo, redactó los textos informativos que leyeron Humberto Martínez Morosini y Ernesto García Calderón.

Sus experiencias en la mencionada emisora fueron expuestas en la célebre novela "La tía Julia y el escribidor".

"Tenía un trabajo de título pomposo, sueldo modesto, apropiaciones ilícitas y horario elástico: director de Informaciones de Radio Panamericana. Consistía en recortar las noticias interesantes que aparecían en los diarios y maquillarlas un poco para que se leyeran en los boletines", se menciona en un fragmento de la obra.

Pero el novelista también incursionó en la pantalla chica, pues en 1981 condujo el programa televisivo "La Torre de Babel" en Panamericana Televisión.

No cabe duda que Mario Vargas Llosa ha sido, es y será un gran e ilustre hombre de las letras y humanidades, y qué mejor, es peruano.

Prensa española destacó la pasión por el fútbol de Mario Vargas Llosa

Posted: 08 Oct 2010 08:16 AM PDT

Con una gran foto de Mario Vargas Llosa con la camiseta de Universitario de Deportes, el club de sus amores, el diario español Marca celebró la designación de un Premio Nobel de Literatura 2010 apasionado del fútbol.

"El Nobel de Literatura para un hincha de 'U'", titula la página central del diario Marca. Vargas Llosa es el hincha más ilustre del club Universitario de Deportes, indica la nota que es acompañada de una columna del propio escritor. Orgullo peruano.

Retiro de propaganda electoral es lento en mayoría de distritos

Posted: 08 Oct 2010 08:15 AM PDT

Por: Pamela Sandoval Del Águila
Los rostros sonrientes, símbolos y frases optimistas de los 525 candidatos que postularon a una de las 43 alcaldías de Lima podrán continuar desplegados en varios rincones de la ciudad, por lo menos hasta el 4 de diciembre próximo, fecha en que culmina el plazo legal de 60 días con que cuentan los partidos y agrupaciones políticas –según la Ley Orgánica de Elecciones– para retirar toda propaganda electoral.

Aunque algunos distritos recordaron a lo largo de la campaña que está prohibido colocar propaganda en postes de luz, colegios, hospitales, zonas arqueológicas y plazas, a fin de evitar la contaminación visual, sus esfuerzos fueron infructuosos.

Así, este Diario dio cuenta en agosto último de la saturación de paneles en puntos el como el óvalo Monitor (límite de Surco con La Molina), cruce de las avenidas Primavera con Velasco Astete (San Borja) y las bermas centrales de las avenidas Guardia Civil, México (La Victoria) y La Marina (San Miguel). Cinco días después de las elecciones, y en algunos casos reelegidos los alcaldes, la propaganda sigue allí.

"El ornato no parece prioridad en esta coyuntura, donde todos seguimos concentrados en los votos. La ley faculta a los gobiernos locales a multar a los partidos que no retiran su propaganda, pero como aún estamos dentro del plazo de 60 días no pueden hacer mucho, así las avenidas y calles luzcan mal", señaló Percy Medina, secretario de la asociación civil Transparencia.

A CUENTAGOTAS
A la fecha solo las municipalidades de Jesús María y La Molina han informado sobre el retiro total de paneles, afiches y otros de sus calles. En el primer caso, la tarea culminó ayer y se realizó con apoyo de las agrupaciones que compitieron en las urnas.

"El retiro de carteles es lento porque [el plazo de] 60 días es un exceso. Hasta 15 días alcanzan para limpiar de propaganda el distrito, pero como no es así el gobierno local solo puede exhortar a los partidos a que despejen las calles. Además, nosotros solo regulamos la ubicación, no el tamaño", dijo María Elena Parra, gerenta de fiscalización de San Borja.

Similar observación realizaron voceros de San Isidro, Surco y San Miguel, donde el retiro de propaganda avanza, cual escrutinio de actas, al 30%, 60% y 30%, respectivamente.

"Por tranquilidad visual del residente, esperamos que [los ex candidatos] tengan voluntad para retirar sus afiches lo más pronto posible", precisaron en el segundo de esos distritos.

Las vías donde todavía se observa mayor concentración de propaganda son las avenidas Pérez Araníbar, Salaverry, Pezet, Santa Cruz (San Isidro), Caminos del Inca, La Encalada, Castilla, Ayacucho, Benavides (Surco), así como La Marina y Malecón Bertolotto (San Miguel).

En Magdalena, Rímac y La Victoria, si bien el retiro de propaganda no ha comenzado, se han cursado notificaciones a los partidos políticos para que recojan el material que colocaron en las calles. "Esperamos una respuesta en cinco días", dijeron en el primer caso.

En La Victoria, donde se reeligió al alcalde Alberto Sánchez Aizcorbe (PPC-UN), se informó que este lunes se iniciaría el retiro de los paneles.

QUÉ DICE LA LEY
La propaganda electoral está regulada por la Ley Orgánica de Elecciones (2005) y el Reglamento de Propaganda Electoral (2010), del Jurado Nacional de Elecciones (JNE).

La primera señala que, concluidos los comicios, los partidos, agrupaciones o listas independientes tienen 60 días para retirar o borrar su propaganda.

Caso contrario, el JNE, los jurados electorales especiales o los gobiernos locales podrán imponer multas.

El reglamento detalla que las multas van de 30 a 300 UIT, entre S/.108.000 y S./1'080.000.

Dañan con pintura petroglifos de más de 5 mil años de antigüedad en La Libertad

Posted: 08 Oct 2010 08:13 AM PDT

Un nuevo atentado contra el patrimonio cultural del país. Esta vez el afectado fue el complejo Queneto, sitio arqueológico ubicado en la provincia de Virú, a 50 minutos al sur de Trujillo, en el que ayer se hallaron pintas que dañan de manera directa una serie de petroglifos que tienen una antigüedad de más de 5 mil años.

Según se pudo observar en la zona, las piedras donde se encuentran los petroglifos fueron dañadas con pintura blanca. Sobre ellas se escribió una relación de nombres de, al parecer, alumnos de un colegio de Virú, quienes estudiarían en el 4to. C del nivel secundario, tal cual señala la inscripción. Lo peor del caso es que las figuras rupestres fueron repasadas con la pintura, por lo que el daño sería aún mayor.

El director regional de Cultura, Enrique Sánchez Maura, precisó que enviarán a un grupo de arqueólogos para verificar la zona, pero que indudablemente, tras ver las fotografías, se trata de un atentado.

Este lugar descubierto en 1935 por el arqueólogo Rafael Hoyle y es conocido por sus plazas y sus monolitos. El sitio no contaba con seguridad debido a que dicha entidad no cuenta con presupuesto.

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